domingo, julio 30

2° momento sensanatural


Detener un momento el tiempo, es lo que necesito, quedarme parado frente a tu ser; ver tus ojos, tu sonrisa, tus sueños. Sofocar el calor con un abrazo, acariciar tu mejilla con mi nariz, que no importe lo que se encuentre a nuestro alrededor, sí, quiero detener el tiempo. Correr a tu lado por el sendero de la ilusión hasta llegar con los viejos sabios.

Ver el atardecer a tu lado, el punto máximo del encuentro encantado, para poder aprender tu rostro. Que la ilusión desnude nuestras almas y nuestros cuerpos. Solamente estar a tu lado.

sábado, julio 22


Mirando como poco a poco se me cae la vida al pasar el tiempo… uno dicen niño, otros joven, y hasta señor. Ya pónganse de acuerdo… si bien, no tengo la cara de mapa, pero me están confundiendo porque ya no sé que cara tengo.

De algo sí, estoy seguro que tu mirada aquella noche inusual, me iluminaste las ganas de coquetearle a la vida y a la muerte. ¿Me la juego? Sería mucho compromiso, me encantaría, desatendería otras pequeñas – grandes cosas, pero por tan solo ver esa mirada todas las mañanas… lo intentaré.

El regreso.



La llegada de un jurel trae la lucidez que necesitaba para poder escribir lo que escribo… iluminado por la luna llena llego a la conclusión que tengo que deshacerme de lo malo y quedarme con lo bueno… ahora sé que soy un mamón de mierda, me vale %&#”*, ahora resulta que tengo que estar informado de los colores de los nuevos rostros, de lo que le acontece a las gaviotas y pelícanos que viven a mi alrededor…

Váyanse muy lejos... a volar, no pienso cambiar esos aspectos que yo considero que son malos para mí, si quieren mitotes de alguien no vengan conmigo.


Esa fue la razón del regreso.

jueves, julio 20

Teodora y Toño.

Les voy a contar una historia de mi pueblo, que dio mitote por mucho tiempo, pasó dizque cuando todavía había Guaicuras en San José de Magdalena… Ella se llamaba Teodora era la criada de mi nana Chuy, le ayudaba con la limpieza y la comida; era una muchacha joven, delgada, de unos veintitantos, blanca como la leche y bonita (hast´eso me acuerdo).

Mi nana dehesilla que se le hacía raro que nunca se casó y que ya estaba quedada; las pinches viejas mitoteras, amigas de mi nana, decillan que por pendeja. Teodora las escuchaba y se iba riendo a la cocina, sabía que algún dilla iba a llegar el amor de su vida, como ella me decía.

A él le decían Toño, nunca supe por qué, él era un indio Guaicura encargado de cuidar las bestias de Don Fermín. Era un muchacho joven, fuerte y prieto como la escoria.

Se conocieron en los quince anos de Felipa, la más gorda de mis primas; ella iba de madrina de ramo y él pos nomas de invitado, a ese baile me acuerdo que fue todo el pueblo, hasta mataron tres vacas pa´ darles de comer a todos. En cuanto se vieron se enamoraron a primera vista. Me acuerdo que en pleno vals vaise pasando un cochi por en medio de la pista y ¡paz! que cae como res la quinceañera sobre el pastel, se armo un desmadre porque todos los invitados querían agarrar el cochi y nadie podía, ya se imaginarán pues.

Pero Toño, nada pendejo, aprovechó el barullo y sacó a Teodora del baile, yo los seguí pa´ ver que hacían, se fueron corriendo por la vereda hacia el arrollo. Los dos se sentaron un poco separados, pero cuando él le echó un eructo de carne deshebrada en la cara, como los que se echaba mi nana Chuy se sintió más en confianza, y yo estaba bien escondido detrás de unas palmas.

No alcanzaba a escuchar mucho, sólo que Toño le decía que estaba muy bonita, que tenia un cabello muy bonito, que tenía bonitos ojos, bueno era pura melcocha lo que aventaba el amigo por la boca y aquella que ya estaba roja como pitahaya; de pronto que llega Don Fermín y mi nana bien encabronados, les pusieron una regañada a los dos. Al día siguiente, el mitote no paraba en todo el pueblo.

Cada vez que se les miraba por la calle, era una murmulladera que no se la acababan y así fue por largos cinco años, hasta que una noche toño se robó a Teodora y se la llevó pa´ Santa Rosalía, allí se casó con ella y tuvieron once hijos, todos trabajaron en “Do Boleo”. Y de lo demás no me acuerdo porque yo estaba muy plebe cuando sucedió.

Pero de una cosa se estoy seguro, al cochi que se atravesó en el vals lo metió Toño, a mi no me chingan.


Hace bastante escribí esto, haber si les gusta, saludos a la palomilla, si pues...