Sin poder moverme llegó la calida avenida... recuerdos se apoderan de mi memoria al recorrer la nueva calle que me desespera puesto no puedo bajar a recorrerla a pie... No está de más, el calor sofocante, inusual y constante alardea nuestra visita. Y así conocimos Pozas de Arvizu:
Tierra desertica de inumerables propiedades, testigo de la evolucón y el tiempo, enfoca tu vista a lo lejos para descubrir que es una ciudad, y por su valle, se huelen aires de ruralidad, es decir, a pesar de tener la frontera tan cerca, la dinámica del lugar es como de un rancho.
Huyes del calor para no sentirte presa, pero hasta debajo de un árbol frondoso el aire te traiciona y te sientes igual de desamparado... te acercas a las humildes casas y recuerdas aquellos ayeres en los que creciste rodeado del desierto de ese pequeño valle en el que tus recuerdos se transforman en naranjas, granadas y dulces limones.
Entre sus áridas calles creció una comunidad nativa que se adaptó a los nuevos aires de modernidad, en su tiempo. Al acercarte en una casita las personas descansan dentro, acostumbradas al calor, y tu que te mueres por cualquier cosa que te quite el calor...
Te asombras de su actividad, pues viven de la artesanías, diferentes a todo lo que conocía: las cachoras, collares y pulsera de colores amenizaron a ese calor... fue poco lo que estuvimos en esa tierra que se transforma, que se nutre del gran rio... una simple visita a lo que no estas muy acostumbr@.
Tierra desertica de inumerables propiedades, testigo de la evolucón y el tiempo, enfoca tu vista a lo lejos para descubrir que es una ciudad, y por su valle, se huelen aires de ruralidad, es decir, a pesar de tener la frontera tan cerca, la dinámica del lugar es como de un rancho.
Huyes del calor para no sentirte presa, pero hasta debajo de un árbol frondoso el aire te traiciona y te sientes igual de desamparado... te acercas a las humildes casas y recuerdas aquellos ayeres en los que creciste rodeado del desierto de ese pequeño valle en el que tus recuerdos se transforman en naranjas, granadas y dulces limones.
Entre sus áridas calles creció una comunidad nativa que se adaptó a los nuevos aires de modernidad, en su tiempo. Al acercarte en una casita las personas descansan dentro, acostumbradas al calor, y tu que te mueres por cualquier cosa que te quite el calor...
Te asombras de su actividad, pues viven de la artesanías, diferentes a todo lo que conocía: las cachoras, collares y pulsera de colores amenizaron a ese calor... fue poco lo que estuvimos en esa tierra que se transforma, que se nutre del gran rio... una simple visita a lo que no estas muy acostumbr@.