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Como dicen por allí, “te dije, te digo y te diré por qué… el amor es para siempre”, unas simples palabras que nos dicen “te quiero porque en ti comienzo y termino”. El encargado de la tarea de vivir y cada vez que te miro flotando en el aire académico, se me hincha el pecho con fuerza y ganas de robarte un beso. Miradas, saludos cotidianos, que no sé si son por cortesía o por algo más, no se trata de coquetería, ni tampoco de amistad; la verdad confundida por tu impredecible ser.

Inmaculada imagen recorre mi mente… tu sonrisa, los colores dominan mis emociones, no sé que hacer… ¿robarte un beso o apaciguar estas ganas que me queman las ganas? La respuesta depende de ti, como la mayoría de mis acciones; sí, me declaro adicto a ti y no me importa. Recorrer, en la fría humareda de mi memoria, tus sueños, colocar esas palabras amelcochadas que forman tu nombre, encontrar en mis días rutinarios la luz que ciega las otras palabras, volar con otras ganas, pensarte como los árboles se aferran al suelo, miradas cotidianas de me enseñan que eres único entre tanta masa.

Suavizar tus enredos con mis caricias, lo deseo, sólo falta tener un encuentro, algo que anuncie mi vida plena y conforte mi alma, sin embargo digo, no estoy enamorado…