sábado, junio 15

Una tarde de puerto

Reencuentros efectivos de una imaginación muy grande. Tardes de puerto frío y ventoso. En espera de un buen tarro de cerveza, una taza de té o un café con leche. Reencuentros que nunca se dieron, personas que se volvieron anónimas por culpa del tiempo, por culpa de perder confianza, desemejar la amistad que tenían.

Lo cierto es es no eran el uno para el otro, uno dulce sabor de pitahaya y el otro no se supo. Se decían palabras de amor pues ambos querían ser amados pero a la vez ambos querían mantenerse solos.

Es más sencillo culpar al otro o culparse a uno mismo. Era más sencillo hablar con otras palabras, pero así de herido salí al descubrir la verdad. Que aquel a quien yo asediaba, era pretendido por muchas miradas. Y qué es de mi, de mi mente idiota, mejor que el tiempo haga lo suyo. De un desierto de sueños quedó un amor seco.

Y nos vamos ahora en puerto; y si nos vemos somos sólo dos desconocidos. ¿O es lo que yo pienso? Ahora quiero otro café... que me quedo solo y con frio.

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