sábado, febrero 4

Un momento de mi vida.


Entro en una habitación iluminada por la luz de la luna; un espejo situado enfrente de mí, una cama, un sillón, un buró que sobre él descansa una rosa blanca, una ventana y fuera de ella un árbol en compañía de la luna, las sombras revoloteaban en la pared como hombres que danzan por la esperanza. A pesar de todo el espectáculo de sombras, te vi recostado sobre la cama y me siento en el sillón a observar tu sueño. Ese sueño que me conforta y me anima día con día. Me levanto del sillón y me acerco entre sombras, me hinco al lado de la cama y sigo observando ese sueño que tanto me agrada. Te despierto con una caricia en la mejilla, me ves y sonríes, entonces tomo la rosa blanca que descansaba sobre el buró y vuelvo a acariciar esa misma mejilla que me provoca una sensación de ternura. Me besas y vuelvo a probar ese dulce néctar que me inyecta energía y ganas de vivir. Me acuesto a tu lado, me abrazas y vuelves a besarme, y con esa inyección de vida me vuelven las ganas al cuerpo de cantar, gritar, bailar,… vivir. La calidez de tu cuerpo me conforta y me anima a quedarme contigo. A pesar de tu néctar de vida me duermo y cuando los rayos del sol tocan mi rostro comienzo a buscarte en la cama… ya no estas, te has ido, ¿por qué me dejaste solo?, no lo sé, lo único que sé es que cada vez que recuerdo tu sonrisa, tu mirada tierna y comprensiva, vuelve a mí una ilusión que me enciende el pecho y me incita a volver a verte. Oigo tu voz llamándome detrás de una puerta que no estaba antes, una puerta que conduce a otra habitación que no conozco la abro y…






titititi titititi TITITITI TITITITI!!!!! El maldito despertador anuncia la hora de volver a la realidad, aunque sea en sueños y no te conozca, te aseguro que por lo menos esta noche soñaré contigo porque estoy cansado de planear a futuro.

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